¿Estamos volviendo a los años 50?
- Roberto Revuelta San Julián
- 9 abr
- 2 Min. de lectura

La (re)humanización de las políticas de RRHH en la gran industria
En las últimas décadas, los departamentos de Recursos Humanos han estado marcados por tendencias como la digitalización, la gestión por competencias, la inteligencia artificial o la obsesión por el rendimiento. Sin embargo, en medio de toda esta modernidad, algunas grandes industrias están rescatando prácticas que, aunque se presentan como innovadoras, en realidad tienen un sorprendente aire retro.
Sí, hablamos de iniciativas como facilitar el acceso a la vivienda de las personas que trabajan en la organización, ofrecer formación interna desde el primer día, crear entornos autosuficientes alrededor de los centros de producción o impulsar programas de conciliación que van más allá del horario flexible.
De vuelta al pasado… ¿o hacia el futuro?
Durante buena parte del siglo XX, muchas industrias en España construyeron viviendas cercanas a las fábricas para alojar a sus plantillas. Las conocidas “colonias industriales”, como las de Cataluña o Asturias, fueron comunidades completas: fábrica, viviendas, escuela, iglesia, economato, incluso espacios de ocio.
En Cantabria, empresas como Nueva Montaña Quijano impulsaron proyectos similares desde finales del siglo XIX, como las viviendas de la calle San Benito (1883), y más adelante, barriadas como el Grupo Santiago (1954), con 80 viviendas para su personal.
Estas acciones respondían a una lógica paternalista: cuidar a las personas empleadas era cuidar el negocio. Pero también generaban un vínculo de dependencia fuerte, donde la empresa era casi el único referente vital. Con el paso del tiempo, este modelo se fue abandonando. La globalización, la deslocalización de la producción y una cultura empresarial más centrada en resultados inmediatos dejaron de lado esa visión integral de quienes trabajan en la organización.
¿Y ahora qué está pasando?
Lo curioso es que, en los últimos años, algunas grandes compañías están recuperando parte de ese espíritu. Pero lo hacen con un enfoque renovado, más estratégico y con un envoltorio de modernidad:
Programas de bienestar que incluyen asistencia psicológica, actividad
física y asesoramiento financiero.
Planes de ayuda a la vivienda, especialmente en zonas industriales
remotas.
Centros de formación propios, donde las personas se preparan antes
incluso de incorporarse oficialmente.
Comunidades internas donde se promueve el sentido de pertenencia,
la cooperación y la cultura compartida.
Un ejemplo actual es el de Galletas Gullón, que ha firmado un acuerdo con una inmobiliaria para facilitar el acceso a la vivienda a su plantilla, ofreciendo ventajas exclusivas en compra y alquiler. Además, la Junta de Castilla y León ha anunciado un plan para construir más de 800 viviendas públicas en Aguilar de Campoo, una iniciativa impulsada por la expansión de la empresa y la necesidad de dar respuesta al crecimiento poblacional en la zona.
Reflexión final
¿Estamos volviendo a los años 50? En cierto modo, sí. Pero también estamos haciendo algo distinto: recuperar lo que funcionaba del pasado, adaptándolo a un contexto donde el bienestar, la sostenibilidad y el propósito están en el centro de la estrategia empresarial.
Como profesional de los Recursos Humanos, no puedo evitar ver esta tendencia como una oportunidad: la de volver a poner a las personas en el centro, no solo como recurso, sino como motor del futuro. Y eso, más que un retroceso, es una evolución necesaria.
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